lunes, 6 de agosto de 2012

Reseña: La hija de Jefté, de Lion Feuchtwanger


                                          Titulo: La hija de Jefté
                                          Autor: Lion Feuchtwanger
                                          Año de publicación: 1957

Lion Feuchtwanger fue un escritor que tuvo la mala suerte de ser un judío alemán en tiempos de la Alemania Nazi y la buena suerte de sobrevivir a esa terrible época aun cuando los nazis lo habían catalogado como el enemigo público número uno y se habían propuesto exterminarlo.
En La hija de Jefté el autor se regresa hasta la época del antiguo Israel, su patria por antonomasia, y retoma el mito bíblico del juez Jefté, el mismo que supuestamente sacrificó a su propia hija para agradecer a Yavé el haber salido victorioso en una cruenta batalla.
El Jefté de Feuchtwanger es un hombre considerablemente astuto. Aun siendo hijo bastardo del juez Galaad, logra colocarse por encima de sus tres hermanastros legítimos y tomar el control del ejército de su tribu para luchas contra los amonitas.
En su primer baño de acero, Jefté, viéndose casi perdido, promete a Yavé que si logra ganar la batalla, sacrificará al primer ser humano que vea si vuelve victorioso a su pueblo. Y es su hija Ja’ala, su única hija, el ser que más ama en la vida, quien sale a recibir a su padre que llega triunfante.
Feuchtwanger juega de manera excelente con los sentimientos del personaje. Jefté es un hombre muy propio de su época, que a todos puede engañar, manipular, con un férreo orgullo que no acepta humillaciones ni imposiciones, ¿pero es capaz de oponerse a su Dios? En una época en que la divinidad era artífice incuestionable de todo cuanto ocurría, bueno o malo, que podía castigar con crueldad a quienes no le prestaran fiel obediencia, ¿podía Jefte, un hombre profundamente religioso, negarse a darle lo prometido sabiendo que eso causaría su furia?
La hija de Jefté es una bien escrita novela que nos regresa allá cuando la voluntad de Dios para los hombres no era un pretexto, sino una verdad. Perderse en sus poco más de 400 páginas es un ejercicio que reditúa un poco de tristeza, aunque también deja la satisfacción de haber leído una obra literaria bien lograda. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario