Titulo: La hija de Jefté
Autor: Lion Feuchtwanger
Año de publicación: 1957
Lion Feuchtwanger fue un escritor que tuvo la mala suerte de ser un judío alemán en tiempos de
En La hija de Jefté el autor se regresa
hasta la época del antiguo Israel, su patria por antonomasia, y retoma el mito
bíblico del juez Jefté, el mismo que supuestamente sacrificó a su propia hija
para agradecer a Yavé el haber salido victorioso en una cruenta batalla.
El Jefté de
Feuchtwanger es un hombre considerablemente astuto. Aun siendo hijo bastardo
del juez Galaad, logra colocarse por encima de sus tres hermanastros legítimos
y tomar el control del ejército de su tribu para luchas contra los amonitas.
En su
primer baño de acero, Jefté, viéndose casi perdido, promete a Yavé que si logra
ganar la batalla, sacrificará al primer ser humano que vea si vuelve victorioso
a su pueblo. Y es su hija Ja’ala, su única hija, el ser que más ama en la vida,
quien sale a recibir a su padre que llega triunfante.
Feuchtwanger
juega de manera excelente con los sentimientos del personaje. Jefté es un
hombre muy propio de su época, que a todos puede engañar, manipular, con un
férreo orgullo que no acepta humillaciones ni imposiciones, ¿pero es capaz de
oponerse a su Dios? En una época en que la divinidad era artífice
incuestionable de todo cuanto ocurría, bueno o malo, que podía castigar con
crueldad a quienes no le prestaran fiel obediencia, ¿podía Jefte, un hombre
profundamente religioso, negarse a darle lo prometido sabiendo que eso causaría
su furia?
La hija de Jefté es una bien escrita novela que nos regresa allá cuando la voluntad de Dios para los hombres no era un pretexto, sino una verdad. Perderse en sus poco más de 400 páginas es un ejercicio que reditúa un poco de tristeza, aunque también deja la satisfacción de haber leído una obra literaria bien lograda.
La hija de Jefté es una bien escrita novela que nos regresa allá cuando la voluntad de Dios para los hombres no era un pretexto, sino una verdad. Perderse en sus poco más de 400 páginas es un ejercicio que reditúa un poco de tristeza, aunque también deja la satisfacción de haber leído una obra literaria bien lograda.
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